el juicio de paris

14 05 2010

En este trimestre, una de las exposiciones orales que tenemos que hacer para inglés es sobre un mito o una leyenda, y yo hablaré del comienzo de la guerra de Troya. Sobre todo de los motivos «de culebrón»: que si éste quería casarse con la otra, que si abandonaron al hijo porque el oráculo dijo que malo, malo, que si la otra se venga porque no la han invitado a la fiesta… En fin, a mi me resulta mucho más fácil creer en los dioses del Olimpo, que eran (o son) apasionados, crueles, amantes, infieles, y nada imparciales, mucho más parecidos a los humanos, que en el dios perfecto que han creado algunas religiones monoteístas.

Como va siendo costumbre, os dejo el texto en inglés y luego la traducción, un poco más adornada y desarrollada. Para ilustrarlo, se me ocurrió buscar el juicio de paris en google… Y resulta que la Historia del Arte está plagada de representaciones del mito. Desde cerámica griega hasta reinterpretaciones kitsch, pasando por una analogía que me ha gustado muchísimo. Así que preparaos para ver mujeres  más mujeres en distintos estados de desnudez entre párrafo y párrafo, para endulzaros la lectura. ¡Todo sea por el Arte! Primero, un cuadro de la boda de Tetis y Peleo y otro de Eris, la diosa de la Discordia. Espero que os guste.

Bodas de Tetis y Peleo, Jordaens (s. XVI)

Eris representada en cerámica griega

As I love the ancient Greek myths, with all these gods and goddesses, heroes and monsters walking around I’ve decided I will talk about a very famous Greek myth, told by the author Homer in his epic The Iliad: The Trojan War.

But I’m not going to explain the battles, I’m not going to describe the ten long years the Greeks spent besieging Troy and it isn’t easy to remember which Greek hero killed which Trojan hero, so I won’t say that, either. What I am going to tell you is why this war started. Now, people say that everything began because of the richness of Troy, but I don’t believe this was the only reason. It is true that Troy was very wealthy. The city was located at the western entrance of the Dardanelles, formerly known as the Hellespont, a narrow strait in northwestern Turkey. Every ship that wanted to enter the Sea of Marmara coming from the Aegean Sea had to pay taxes to Troy.

Cerámica griega con motivos del mito de Paris y Helena.

Actualmente se encuentra en el Museo Louvre de París.


But in my opinion, everything started because of a completely different reason: the beauty of a young woman, the princess Helen of Sparta. Her father, King Tyndareus, had decided to marry her and a lot of suitors, princes, kings and heros came from overseas to ask for her hand in marriage. It was told that she actually was the daughter of Zeus, the most powerful god of the Olympus, who didn’t use to remain loyal to his wife. But either Helen was his daughter or not, she was considered the most beautiful woman that ever lived and she could turn a man crazy with only one look.

While Helen was deciding who would be her husband, the situation was very tense. Each suitor wanted to show that he was the strongest and the wealthiest. Tyndareus was worried, but Odysseus, the pirate king of Ithaka, known because of his intelligence, ingenuity and cunning, told him he knew a way to keep the peace between the visitors. He would force them to swear allegiance to Helen’s future husband, whoever she choose. If they didn’t do it, they would have to leave Sparta.

Finally, Helen chose Menelaus, the brother of Agamemnon, king of Mycenae. After the wedding, everybody sailed back home.

Mosaico encontrado en Sevilla. Hecho en el 500 d. C. aproximadamente.

At the same time, another wedding was being celebrated not far away. It was the wedding of Peleus, king of the Myrmidons, and the nymph Tethis, who would be the parents of Achilles. The gods and goddesses were eating together at the Mount Olympus, the mountain from which top the gods govern the world. All of them but Eris, the goddess of discord, who always used to ruin the parties where she went to with her crossness. To take revenge, she entered the party invisible and left a golden apple on the table, the Golden Apple of Discord, addressed to “The Fairest One”.

As expected, a fight started soon between three goddesses: Hera, Zeus’ wife, Athene, the goddess of wisdom, and Aphrodite, the goddess of love. All of them were incredibly beautiful and also powerful, that’s why no one in the Olympus could or wanted to choose one. At last, Zeus decided that a human man called Paris should be the judge of the beauty contest.

Obra anónima italiana, de 1430.


El juicio de Paris, de Francesco di Giorgio Martini, 1460.

Paris was the son of Priam, king of Troy, and his wife Hecuba, but his family had left him in a forest when he was a baby because an oracle had prophesied that he would bring misfortune to Troy. A shepherd found him and adopted him. So, Paris didn’t know anything about his noble birth.

When the three stunning goddesses appeared on the clearing where Paris was resting, he thought he was dreaming. But Hera, Athene and Aphrodite explained him their problem and asked him to give the apple to one of them. As they saw that Paris was incapable of deciding, they bribed him. Hera promised him power and glory, Athene offered him wisdom and Aphrodite offered him the love of the most beautiful woman, Helen. Of course, Paris gave the golden apple to Aphrodite. Then, the goddesses told him who his father was and Paris decided to go to Troy. Priam and Hecuba were very happy when they saw how handsome and noble their son had become and tried to forget the bad prophecy.

Juicio de Paris, atribuido a Dominico Veneziano (1461)

By chance, Paris was sent to Sparta as Troy’s ambassador. There he met Helen and soon they fell in love with each other. After a few days, the young couple escaped to Troy.

Menelaus got very angry and asked his brother Agamemnon and the other Greek kings to help him conquer Troy and get his wife back. Agamemnon was pleased to start the war, he wanted the richness of Toy for himself, and the other Greeks had promised allegiance to Menelaus… So, they all sailed to Troy and the battle began. It would last for ten years and end in a quite peculiar way, but this is another story. The one I wanted to tell you is finished!

El juicio de Paris, Sandro Botticellli (1485)

El juicio de Paris, Girolamo de Benvenuto (1510)

Como me encanta la mitología griega, con todos esos dioses, diosas y semidioses, héroes, reyes y monstruos rondando por el mundo, os contaré una historia de la Grecia Antigua, la que ya relatara Homero en su epopeya La Ilíada: la guerra de Troya. Con menos maestría y destreza en el uso de la palabra, sin versos ni figuras estilísticas, pero a cambio más corto y ligero de leer.

Sin embargo, por muy resumido que lo escriba, estaríamos aquí hasta mañana si os quisiera narrar las batallas, explicar las estrategias, describir los diez largos años durante los cuales los griegos asediaron Troya, acordarme de qué guerrero griego mató a qué guerrero romano y viceversa… Por eso trataré únicamente lo que desencadenó la guerra, lo que sucedió antes de que la sangre llegara al río, o, en este caso, al mar. Y aunque no todo el mundo está convencido de la existencia (por lo menos en aquellos tiempos) de los dioses del Olimpo, dan mucho más juego los motivos mitológicos que los posibles desencadenantes reales, que de una manera u otra siempre tienen que ver con el dinero… Así que saltamos rápidamente por encima de ellos, concediéndoles sólo tres o cuatro frases, para meternos en una maraña de líos, enredos, envidias, promesas, secretos y tretas de dioses y mortales en la Grecia Antigua.

Juicio de Paris, Niklas Manuel Deutsch (1517)

El juicio de Paris, Aelst Pieter van Coecke (1533)

El motivo básico, histórico, probablemente real, por el que estalló la guerra de Troya fue la riqueza de la ciudad (ya os lo he dicho: money, money…). Estaba situada en la Península de Anatolia, en la entrada oeste al estrecho de los Dardanelos, por entonces conocido como el Helesponto. El estrecho era la única entrada (¡y salida!) al Mar de Mármara para los barcos que venían desde el Mar Egeo para comerciar, y si querían pasar, tenían que pagar impuestos a Troya. Las arcas del rey, llenas por estos pagos, generaron la envidia de sus vecinos, que finalmente decidieron atacar Ilión (otro nombre por el que se conoce Troya).

Pero si pasamos ya al culebrón, lo que realmente dio lugar a la guerra fue algo que levanta más pasiones todavía que el dinero… La belleza de una mujer. No de una mujer cualquiera, sino de la princesa Helena de Esparta. Su padre, el rey Tindáreo, había decidido casarla e innumerables pretendientes habían venido desde todas las islas y demás regiones de Grecia para pedir su mano. Se decía que en realidad, Helena era hija del mismísimo Zeus, dios de dioses, que había seducido a Leda, la mujer de Tindáreo, en forma de cisne. Se decía también que por eso Helena había nacido de un huevo de cisne y que eso explicaba la blancura de su piel. Pero ya fuese cierto o no, era la mujer más bella que se había visto jamás, capaz de enloquecer a un hombre con una sola mirada. Era comprensible la afluencia de jóvenes (y no tan jóvenes) a la corte de Tindáreo.

Serie El juicio de Paris, de Cranach el Viejo (1512,1529 y 1530 respectivamente)

Mientras Helena decidía quién iba a ser su futuro esposo, la tensión crecía entre los pretendientes. Cada uno quería demostrar que era el más fuerte, el más rico, el más poderoso… Tindáreo estaba cada vez más preocupado. Pero Odiseo, el hombre de las mil tretas, el rey pirata de la isla Ítaca, conocido por su inteligencia, su astucia y su inventiva, encontró la solución. Hizo jurar a todos los pretendientes lealtad al elegido, quienquiera que fuese. Por cierto, que Odiseo unos días antes hubiera pedido su peso en oro por una solución así. Había acudido a Esparta como pretendiente, pero en realidad eso sólo era una escusa. Le interesaba establecer relaciones comerciales con otros reinos y se olía buenos negocios. Sin embargo había conocido en Esparta a la prima de Helena, la dulce Penélope y se había quedado prendado de ella. Así, ayudó a Tindáreo a cambio de que éste intercediese en su favor ante el padre de Penélope.

El juicio de Paris, Anselm Feuerbach (1870)

El juicio de Paris, Manfred Schwarz (s.XX)

Arreglado este asunto, Helena escogió a Melenao Atrida, hermano de Agamenón, el rey de Micenas, y después de la boda cada uno se metió en su barco y puso rumbo a casa.

No muy lejos de allí se estaba celebrando otra boda: la de la ninfa del mar o nereida Tetis y Peleo, rey de los mirmidones. Aunque Zeus estaba en realidad encaprichado con Tetis, rondaba por allí una profecía según la cual el hijo de Tetis sería más poderoso que su padre. Además, las relaciones entre padres e hijos en el Olimpo estaban de todas formas un poco tensas: Zeus se había convertido en el dios de dioses destronando a su padre Crono, que a su vez había alcanzado el poder destronando al suyo, Urano. Zeus no confiaba mucho en sus hijos, como para encima tener a uno que sería más poderoso que él. Así que renunció a Tetis. Tetis y Peleo, por cierto, serían más tarde los padres de un hombre que evidentemente superó a su padre: Aquiles. Pero eso es otra historia. Estaban, pues, todos los dioses reunidos en el Olimpo, en un banquete que nosotros no podríamos incluir ni en nuestros más exuberantes sueños, regado con la ambrosía divina. ¿Todos? Pues no… No habían invitado a Eris, la diosa de la Discordia, que solía arruinar todas las fiestas a las que asistía con su mal humor y su cualidad de meter cizaña… En fin, ¡de crear Discordia!

El juicio de Paris, Salvador Dalí (1950 y 1960)

Eris no dejó pasar el error y para vengarse entró en la fiesta invisible y dejó en el centro de la mesa una preciosa manzana dorada con la inscripción: “Para la Más Bella”. Tal y como había previsto, enseguida comenzó una disputa entre tres diosas, poderosas y hermosas la tres, aunque cada una a su manera: Hera, la esposa de Zeus, Atenea, la diosa del la sabiduría y del arte de la guerra, y Afrodita, la diosa del amor (aunque en un sentido más… físico y menos… romántico que el significado que pueda tener la palabra “amor” en la sociedad actual).

EL juicio de Paris, Ernst Ludwig Kirchner (1912)

Las demás diosas estaban de morros porque ni siquiera eran candidatas al premio, Hera, Atenea y Afrodita se miraban como si de un momento a otro fueran a abalanzarse unas sobre otras, ningún dios se atrevía a intervenir. Para salvar la fiesta, Zeus decidió delegar en un mortal el tomar la decisión y elegir a la más bella. Escogió como jurado del concurso de belleza a Paris, un pastor supuestamente justo que era, sin saberlo, el hijo del rey Príamo de Troya. Resulta que una profecía (¡otra!) había avisado a sus padres en cuanto nació de que traería la desgracia sobre Roma. Incapaces de matarlo, lo abandonaron en el bosque (ya ves tú, que padres más amorosos), donde lo encontró un pastor, que lo acogió como si fuera su propio hijo.

El juicio de Paris, Ivo Saliger (1939)

El juicio de Paris, Adolf Ziegler (alrededor de 1940)

Pero por muy justo que fuera Paris, cuando las tres diosas aparecieron en el claro donde descansaba, se quedó con la boca abierta, y después de que le hubieran explicado todo el problema, aún no era capaz de cerrarla. Viendo que no hacía ademán de decidirse, las diosas lo sobornaron: Hera le prometió gloria, poder y Europa y Asia bajo su gobierno. Atenea le ofreció sabiduría y convertirle en el mejor estratega y guerrero de la Historia. Afrodita se acercó y sólo le susurró al oído: “A cambio de la manzana, te daré el amor de la mujer más hermosa del mundo.” Por supuesto, Paris no dudó en entregarle el trofeo a Afrodita. Después, las deidades le explicaron de quién era hijo y Paris decidió probar suerte y viajar a Troya para presentarse ante sus padres.

El juicio de Paris, Charles Bell (s. XX)

Príamo y su mujer Hécuba se pusieron tan contentos al volver a ver a su hijo, un joven tan apuesto e inteligente, que intentaron olvidarse del oráculo y le aceptaron a su lado.

Pasado un tiempo, Paris fue enviado “por casualidad” a Esparta como embajador de Troya. A partir de entonces todo ocurrió muy rápido, y pocos días después, no se sabe si por fuga o por rapto, Helena ya estaba en Ilión.

El juicio de Paris, Antonio Mingote (1994)

Quizá su marido Menelao lo hubiera dejado todo como estaba, al fin y al cabo tenía el trono de Esparta. Su hermano Agamenón, en cambio, tenía ahora la excusa perfecta para atacar Troya y hacerse con sus riquezas, así que no dejó de insistir hasta que todos los antiguos pretendientes, ligados por el juramento de lealtad, embarcaran con sus ejércitos y navegaran hacia Troya.

El juicio de Paris, Robert Hodgins (2002)

El juicio de Paris, Mary Ellen Croteau (2006)

El juicio de Paris por Rubens, Eleanor Antin (2007)

Odiseo, del que había surgido la idea de la promesa, había tenido un hijo, Telémaco, y no quería abandonar a su familia. Para eludir el llamamiento, fingió haber perdido el juicio cuando fueron a verle Menelao y Palámedes. Cuando lo encontraron, empuñaba un arado tirado por un buey y un asno y sembraba puñados de sal y conchas en los surcos, mientras cantaba desvergonzadas canciones de navegantes. Palámedes no se dejó engañar y colocó al recién nacido Telémaco delante del arado. Odiseo tuvo que parar la comedia si no quería aplastar a su propio hijo. Viendo que había perdido, prometió implicarse en cuerpo, alma y mente en la guerra, promesa que cumplió con creces.

Pero eso también es otra historia.

El juicio de Paris, Verónica Analía Aguirre (2008)

El juicio de Paris o Paris y las prepago, Darío Ortiz Robledo

Encontraréis recopilaciones artísticas más extensas sobre el juicio de Paris aquí:

el vellocino de oro. blog de contenido sobre cultura griega y romana. ¡fantástico!

fachgruppe kunst/gymnasium salzgitter-bad. línea cronológica de cuadros en la página de un instituto alemán.

idyllĭum. blog de arte y mitología en español. muy interesante.

Para acabar, mi favorito. Lo podéis ver en el Museo del Prado.

El juicio de Paris, Federico Jiménez Fernández